lunes, 28 de octubre de 2013

Código: Génesis X. Capítulo 6, por Maialen Alonso

Ilustración, Kike Alapont

Respirar dolía, incluso la sencilla tarea de pestañear resultaba ser un infierno. Abrió los ojos tanto como pudo intentando mantener la mente clara, pues muchas cosas se dibujaban en ella de manera confusa. Estaba en un lugar desconocido, todo era de un color blanco puro, y cuando fue a levantarse el dolor la recorrió de nuevo terriblemente. Desistió sin volver a intentarlo, se centró en las manos, pero pesaban, instintivamente giró la cabeza y vio que estaban sujetas con algo de color negro.
—Ah… —sentía la garganta reseca, dolorida, y aún tenía aquel asqueroso sabor metálico en cada centímetro de la boca.
La luz que había sobre ella se oscureció, cerró los ojos y los volvió a abrir con pesadez. Había un nuevo rostro sobre ella, no daba tanto miedo, aunque seguramente se debía a su estado de confusión.
—¿Hola? —escuchó— ¿Me entiendes?
—Uhm… —quiso afirmar, pero estuvo a punto de ahogarse con su propia saliva. De repente, volvió a mirarle sorprendida— S-sí… —gimió con una nueva oleada de dolor en el estómago.
—Fantástico, yo a ti también —se sentó a su lado y rió—, parece que el locuum funciona con los terrestres… me pregunto por qué está tu idioma en la base de datos… es curioso.
Shana abrió la boca para intentar decir algo, pero además de no saber qué, no pudo. No entendía lo que ocurría, lo que eran ellos ni de lo que hablaba aquel hombre con piel escamosa, y sin embargo, hermosa.
—Eres… —dejó escapar parte del aire al sentir una fuerte presión en su interior— ¿Mutante?
Erum se inclinó un poco para poder mirar a Shana a los ojos, estaba asombrado por lo que acababa de escuchar, y no estaba seguro de si le resultaba molesto que le llamasen abominación, pues los mutantes no eran más que seres con una evolución fallida. Sin embargo, antes de reprocharle el insulto, se percató de que lo que había leído resultaba ser real, era una terrestre que experimentaba por primera vez el contacto con otro ser vivo fuera de su planeta.
Se preguntaba como sería la sensación, incluso el miedo. Para su raza, los Draghman, hacía tanto tiempo que habían vivido aquello, que se había olvidado por completo, él nació estando su sector dentro del gobierno del Emperador.
—Sé que no estás en buena condición —rompió el silencio tras varios segundos—, estás dolorida y sedada, pero no somos mutantes, y te aconsejo que no uses esa palabra con nadie. Somos de otros planetas.
Shana abrió los ojos de par en par, tanto que por un momento creyó firmemente que se le saldrían disparados, los giró hasta el límite y le miró como si estuviera loco. Quiso gritar, pero su yo interior le dijo que la loca era ella, lo que acababa de decir y todo lo que había visto cuadraba a la perfección. Las cosas comenzaban a tener sentido.
“Qué ironía…” pensó mientras volvía a sufrir un nuevo pinchazo en el brazo. “De estar encerrada, acabo rodeada de alienígenas, esto tiene que ser un sueño, definitivamente lo tiene que ser…”
Se sumió en un profundo sueño que acabaría agradeciendo, pues así dejaba de sentir aquel horrible dolor. Erum se levantó de la silla y agarró un aparato, no tenía ni idea de lo que los bot podrían causar en su organismo, las pequeñas máquinas que todos llevaban les ayudaban a curar sus cuerpos de heridas y enfermedades, pero estaban programadas, y él estaba seguro de que no conocerían el cuerpo de un habitante del planeta llamado Terrenel.
—¿Qué haces? —la puerta se abrió con su típico sonido dejando entrar al capitán— ¿Sigue viva? —se acercó y no escondió su sorpresa porque Shana siguiese respirando.
—Eso parece, estaba a punto de mirar qué hacen los bot —Luzbel anchó una sonrisa y extendió los brazos mientras daba un paso atrás para dejarle trabajar.
Erum se colocó junto a la cama en la que Shana dormía, pasó el aparato que sostenía sobre su cuerpo y una pantalla se iluminó frente a él, en la pared. Los datos aparecían rápidamente, serían difíciles de leer para cualquiera debido a la velocidad a la que salían.
—¿Y?
—Pareces nervioso Luzbel —le miró con una risa en la cara—. Creo que te sientes culpable.
—¿Por qué debería? —estaba claramente molesto por sus palabras— Era imposible saber que iba a ocurrir algo así.
—Lo que tú digas —respondió divertido—. Interesante, parece que están estudiando su cuerpo —comentó centrando toda su atención en los datos—, pero no saben exactamente qué hacer.
Luzbel se cruzó de brazos observando, pues él no entendía absolutamente nada sobre temas médicos. Tras un par de minutos soltó un suspiro y salió de la habitación dejando a Erum concentrado en su estudio, no le haría caso ya, parecía muy interesado en lo que leía, y cuando se ponía así, se sumergía hasta el punto de no saber ni quien estaba a su lado.
Mientras caminaba hacia el puente, pensaba en aquel ser que se debatía entre la vida y la muerte. No lo admitiría, pero sí que se sentía culpable, no llegó ni a imaginar que un golpe tan pequeño la hubiera estado a punto de matar, ¿cómo iba él a saberlo? Aquello le ponía de mal humor.
—¿Se sabe algo, capitán? —Morrik se giró apartando los ojos del cristal.
—No mucho, los bot la están estudiando, imagino que para poder actuar.
—Espero que se recupere —el muchacho parecía afectado y preocupado, Luzbel se acercó a él interrogante—. Parecía muy asustada, capitán… nunca había visto a nadie así.
—Se pondrá bien, no te preocupes.
Luzbel se giró con rapidez y se sentó en su sitió fijando la vista en el exterior de la nave, en el infinito del universo. Tras mirarle un momento, Morrik le imitó y se concentró en trazar las nuevas rutas, tenían que salir de aquel peligroso sector que parecía estar infestado de la flota del Emperador.
En la sala de cuidados, las cosas comenzaban a ir bien, los bot empezaban a comprender el cuerpo de la terrestre, pues Erum vio como los pequeños seres robóticos curaban su destrozado estómago. Pasaron cerca de seis agobiantes horas, el proceso iba más lento que de costumbre, pero no le extrañó teniendo en cuenta que era un nuevo organismo que debían estudiar antes de curar. Sin embargo, le quedó claro que se salvaría.
Una vez pareció que estaba recuperada y fuera de peligro, la llevaron a la misma habitación de la que había escapado, por el momento era mejor tenerla allí encerrada, al menos hasta que pudieran hablar con ella y esclarecer todas las dudas, especialmente la razón de que siguiera viva. También era importante que ella comprendiese su situación, pues de otro modo tendría que seguir retenida.
Shana se revolvió en su cama por el sueño que había tenido, en él aparecían siniestras criaturas que la perseguían. Cuando abrió los ojos, sintió el palpitar de su corazón y no había dolor, aquel horrible e insoportable dolor se había ido por fin, ¿lo había soñado?
“No…” se dijo al ver el techo de color plateado, su habitación no era aquella, sino que era de color violeta.
Se recostó, sentía una debilidad que ya conocía, le pesaban las extremidades del mismo modo que le ocurría tras uno de sus episodios. Miró a su alrededor y reconoció el lugar al instante, era el mismo sitio extraño y vacío del que había escapado, el mismo sitio al que había entrado aquel chico rata.
Se llevó una mano a la cabeza, le dolía y se sentía desorientada, sospechó que la habían sedado y que su estado actual se debía a aquello. Se quedó en la cama sentada mirando fijamente la puerta. ¿Cómo era posible? Todo lo que estaba ocurriendo no podía ser real, era demasiado extraño. Quería que alguien entrase ya para explicarle qué estaba ocurriendo. Lo soportaría, incluso si se trataba del niño con aspecto de rata blanca. Dio un brincó cuando volvió a escuchar el mismo sonido de antes, la puerta frente a ella se volvió a abrir, pero no entró el mismo muchacho que antes llegó cargando la bandeja, entró el extraño hombre de pelo oscuro y ojos raros. Todo su cuerpo se tensó al momento.
Luzbel se quedó quieto en la puerta un momento, se estaban observando el uno al otro, podía ver perfectamente como ella le estudiaba con bastante confusión. Estaba tensa y se agarraba a la sábana color celeste apretando ambos puños con fuerza mientras parecía hacerse cada vez más pequeña. Aunque un poco molesto por su actitud, se dijo a sí mismo que era una reacción lógica, con un suave suspiro que ella no percibió acabó entrando, caminando lentamente hasta quedar a una corta distancia de ella, que agachó la cabeza en signo de clara sumisión mirándole las bastas botas negras y rojas. Tenía miedo, todo el terror que no había sentido al ver todo destruido y a aquella gente muerta la invadía en aquel momento, la razón no era un misterio, recordaba el potente golpe y las oleadas de dolor que habían llegado después, estaba simplemente aterrada porque volviese a golpearla, no quería sentir aquel sufrimiento físico nunca, nunca jamás.
—Erum me ha dicho que ya puedes entendernos —su tono frío la hizo dar un respingo, aún con la cabeza gacha, asintió—. Bien, me llamo Luzbel y soy el capitán —empezaba a crisparle los nervios el hecho de que no le mirase a la cara—. Lamento lo ocurrido, no sabía que pasaría lo que pasó —añadió sin dar rodeos y atrayendo a él los ojos verdes de Shana, que estaba sorprendida.
Solo le miró un segundo, no pensó que fuera a disculparse, la pilló completamente por sorpresa. Seguidamente volvió a concentrar su vista en las botas del hombre extraño mientras se estrujaba las manos nerviosa, esperando algo que no comprendía.
Luzbel dudaba, no estaba seguro de si lograría explicarse con palabras, él no era bueno en aquel tipo de cosas, así que tras pensarlo un segundo, se acabó de acercar a ella provocando que diese un nuevo respingo cuando la agarró con suavidad del brazo, y sin dudar un segundo tiró para levantarla.
—Ven conmigo.
Soltó un pequeño jadeo, le temblaban las piernas y las manos. Salió por la puerta mientras él la arrastraba hacía algún lugar, durante un segundo creyó tan firmemente que la matarían para almorzarla, que llegó a sentirse ridícula.
Tras unos minutos llegaron a una nueva puerta que él abrió con rapidez, volvió a tirar de ella con suavidad y ambos entraron a la estancia. Luzbel la soltó y sintió su mirada de confusión sobre él, entonces hizo un gestó con la cabeza e instintivamente Shana miró al frente.
Dio un pequeño paso, después otro. Era una habitación amplia y vacía a excepción de lo que parecía un alargado sillón de color negro, pero todo carecía de importancia, porque lo que estaba viendo de frente acababa de centrar toda su atención. No tenía palabras para expresarse, ni siquiera estaba segura de lo que sentía, era alguna clase de excitación, confusión y emoción que se mezclaban con aquel miedo a lo desconocido que tanto caracterizaba a los humanos. Pegó ambas manos al cristal y su aliento lo tiñó durante un segundo mientras Luzbel también se acercaba, pero los ojos reflejados que habían aparecido a más de veinte centímetros de su mirada no la descentraron, tenía la mirada fija en el infinito, observaba todas aquellas pequeñas luces brillantes casi con adoración.
—Qué… —soltó un susurro y alzó la cabeza mirando a Luzbel fijamente, como si se diese cuenta de pronto de lo que estaba viendo, pero que no acababa de creérlo.
—Es el universo —respondió sin devolverle la mirada.
Volvió a mirar al frente rápidamente. El universo se extendía oscuro e infinito, estaba allí, era real. Gimió con una renovada confusión y comenzó a sentir las piernas temblar de tal manera que le cedieron, pero no sintió ningún golpe en las rodillas. Sin embargo, sí que sintió un fuerte agarre en la cintura, Luzbel se dio cuenta de que se caería por la impresión y quiso evitarle un nuevo golpe, aún estaba débil.
—No puede ser —casi lloriqueó—, esto es completamente surrealista…
Miró una vez más el amplio espacio que se extendía por todos lados y se llevó una mano temblorosa a la boca. Luzbel abrió los ojos sorprendido cuando comenzó a escuchar una risa que fue subiendo de tono.
—Es increíble —murmuró sin dejar de reír.
Eran tan pocas veces las que había salido de su casa, que las podía contar con una sola mano, era irónico estar ahora allí, con el universo frente a ella. No reía de felicidad, ni siquiera sabía si estaba contenta, era por el simple hecho de su situación.
—¿Estás… bien? —escuchó cerca de su oído.
—No podía ni salir al jardín de casa, y ahora estoy en el espacio rodeada de marcianos.
La frase provocó que volviera a reír nerviosa mientras Luzbel comenzaba a pensar que se había vuelto loca por el shock. Cansado de la situación, la levantó como si no fuera más que un pequeño objeto y la dejó caer sobre el sillón alargado que había en la estancia, seguidamente se colocó frente a ella y la observó atentamente, con la mirada tan seria que la risa de Shana se esfumó de un plumazo. Puso los brazos sobre las caderas y ella escuchó como carraspeaba, volvió a sentirse pequeña y la excitación y emoción que acababa de sentir se  desvanecieron por completo.
—Cuéntame por qué sigues viva.
“¿Por qué sigo viva?”. Se preguntó inconscientemente. “No lo sé…”
—No recuerdo mucho… —comenzó a decir sin pensar en sus palabras, como si hubiera otra Shana en su interior— Estaba durmiendo en mi habitación, me empecé a encontrar mal, muy mal… me levanté y fui a buscar a mi padre, no estoy segura —con cansancio, se llevó una mano a la cabeza— recuerdo todo vagamente, como en un sueño.
—Continua —apremió sin moverse ni cambiar su posición.
—Después recuerdo que mi padre me llevó en un coche, y que me tumbaron —pensó un momento y continuó— ...había gente, y llegaba más, había muchas personas corriendo. Después de eso solo recuerdo que me desperté en un sótano, creo que salí de alguna especie de cámara. Allí todos estaban muertos… desde hacía mucho tiempo.
Se mordió los labios nerviosa y levantó un poco la cabeza para observarle. Se había llevado la mano derecha al mentón, lo acariciaba pensativo mientras miraba hacia un lado, a algún punto del oscuro suelo metálico.
Luzbel barajaba todas las posibilidades, porque por el momento no podrían acercarse al planeta a investigar. Había una flota del emperador apostada cerca y el contacto entre ambos no sería bueno. Aunque bastante improbable, supuso que había permanecido en algún extraño letargo, pero él no conocía nada de los humanos o su tecnología. Sin embargo, aquella hipótesis explicaba muchas cosas.
—¿Por qué estaban… todos muertos? —soltó un susurro tan suave que casi no pudo escucharla.
Vio como él cambiaba su expresión a una de cansancio.
—No sé mucho, pasó hace demasiados ciclos —comenzó diciendo, ella pensó que aquellos ciclos serían años o algo por el estilo—. En la base de datos que tenemos hay poca información. Básicamente os exterminaron para evitar problemas futuros.
La miró a los ojos, en sus palabras no había nada, fueron tan frías que Shana sintió un terrible escalofrío. ¿Así hablaba de un exterminio? Millones y millones de personas habían muerto y para él carecía de importancia. Estuvo a punto de gritar ante lo que sintió como algo ofensivo, pero de un segundo a otro se tranquilizó, porque aquella vocecita de su interior le gritó que él no tenía nada que ver con los humanos.
“Soy igual de fría que él” se dijo, “yo tampoco reaccioné como debía cuando los vi muertos y todo destruido, también soy un monstruo”.
Decirse aquello a sí misma resultó más doloroso de lo que le habría gustado. Los ojos comenzaron a empañársele y los pantalones negros de aquel extraño personaje se volvieron borrosos. Era la única humana viva, ¿qué se suponía que iba a hacer? Tenía miedo, miedo de volver a estar sola.

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