lunes, 19 de agosto de 2013

Código: Génesis X. Capítulo 5. Por Maialen Alonso

Ilustración: Kike Alapont



Había siete personas ocupando la sala que usaban para las reuniones. Era un espacio grande, de paredes oscuras y en el cual solamente había una gran mesa ovalada de color negro. Las siete personas que allí se encontraban eran las que formaban toda la tripulación de la Nave.

—¿Qué nos puedes decir de ella, Erum? —fijó los ojos en el hombre rubio cerrando el puño y apoyando la sien en él sin mucho interés— ¿Qué es?

—Ni idea —rotundo, atrajo las miradas de los presentes—. No pongáis esa cara, ni siquiera lleva implantado el locuum. No sé como es posible —continuó—, porque cualquier recién nacido lo lleva desde su primer día de vida.

—¿Es lo único a lo que has llegado? ¿Para eso hemos corrido detrás de ella?

—Se ha despertado cuando estaba intentando examinarla, Mar´heena —molesto por el tono de la mujer, se puso serio—. Ha empezado a gritar, la he sedado y llevado a una habitación de seguridad.

—Estaba en un planeta prohibido y vacío, no hay señales de ninguna nave en todo el lugar, dudo que haya aparecido de la nada.

—El capitán tiene razón, no sabemos como ha llegado ni por qué no tiene el locuum, ni siquiera estamos seguros de a qué raza pertenece. ¿No deberíamos examinar la base de datos?

—Buena idea pequeño Morrik —sonrió Erum—, supongo que te prestas voluntario…

Sin muchas ganas, el joven muchacho salió tras el médico de la nave dirección al modulo en el que se encontraba la base de datos de las razas, instrumento completamente necesario para quienes ejercían la vocación de curandero, pues por lo general, las tripulaciones de las naves se componían de diferentes criaturas, y por muy inteligente que fuese uno, resultaba imposible saberlo todo de cada una de ellas.

—Mete las características —pidió al muchacho, que le miró sin estar muy seguro de qué debía buscar, suspiró y cambió de idea—. Mejor vete a la búsqueda general, omite toda característica de la que carezca.

—Muy bien —se sentó más centrado en su misión—. No tiene tentáculos… dos ojos…

—No es necesario que hables —le miró enarcando ambas cejas—, no me interesa, y además, me distraes.

Morrik puso los ojos en blanco, Erum solía tener buen carácter, pero en ocasiones era bastante ácido. Realmente no sabía cual de las dos caras era la verdadera.

Había pasado más de una hora y el miembro más joven de la tripulación seguía descartando razas. Cansado y aburrido, no encontraba ninguna que se le pareciese ni un poco.

—¿Tienes algo? —Jowak, el ser de los cuatros brazos entró a la habitación— ¿Y Erum?

—Se ha ido hace rato… y para variar, me ha dejado solo —se quejó—. No encuentro nada, es muy raro…

—Bueno… se me ha ocurrido algo —murmuró acercándose al panel en el que salían símbolos e imágenes—, es una tontería pero…

—Sea lo que sea escúpelo, seguro que es mejor que ir a ciegas.

—¿Has probado a ver razas de esta galaxia? —levantó los hombros cuando Morrik le miró con una mueca— Ya sé que es una galaxia pequeña y casi deshabitada, pero el que no haya una nave… ¿no te hace sospechar?

—La verdad es que hay algo que no me cuadra —bajó la mirada pensativo y comenzó a escribir en los mandos—. Parece que por este sector solo hay cuatro razas, dos de ellas extintas.

Ambos se dijeron con la mirada, “por intentarlo no perdemos nada”. Así que Morrik abrió la base de datos del sector Meneos y aparecieron diferentes fotos con bastantes datos. Cuando las fueron mirando una a una, vio que se parecían bastante a su prisionera, al final llegó a la última, estaba clasificada, lo cual significaba que fue aniquilada tiempo atrás, eran exactamente como ella.

—¿Terrestres? —preguntó Jowak inclinándose para ver mejor la pantalla— ¿Qué diablos son?

—No pone mucho —Morrik frunció el ceño empezando a leer las pocas líneas que había bajo las imágenes—. Los destruyeron hace mucho… muchísimo. Están catalogados como potencial amenaza para el universo.

—No lo entiendo, aquí pone que son débiles —señaló una de las partes con el dedo— físicamente no soportaron ni el primer ataque.

—Pero aquí dice que su número era elevado, tenían una gran facilidad para la reproducción —añadió Morrik—, y que eran caóticos. El consejo lo deliberó después de estudiarlos durante ciclos. ¿Cómo diablos sigue viva?

—Tendremos que preguntárselo. De momento será mejor hablar con el capitán.

La sala de reunión volvía a estar ocupada, pero esta vez solo había cuatro asientos activos. El capitán leía junto al Dr. Erum los datos que Jowak y Morrik habían descubierto, no parecían preocupados, al menos sus caras seguían como de costumbre. Después de un rato escucharon un suspiro por parte del jefe.

—Esto me va a dar más de un dolor de cabeza.

—¿El qué? —Jowak no entendía muy bien a qué se debía su repentino cambio, parecía cansado y aburrido.

—¿No habéis leído todo? —dejó el aparato que había usado para ver los datos sobre la mesa y se acomodó en el asiento mientras les miraba— Durante la aniquilación —dijo tras unos segundos—, fue el único momento en el que tuvieron contacto con otra raza que no fuera la suya propia.

—¡Hey! —Jowak se levantó de golpe— Por eso se volvió loca y se desmayó.

—Tiene su lógica —Erum le dio unas palmaditas en la espalda— De momento vamos a llevarle algo de comer. Ya decidiremos después qué hacer. ¿Estás de acuerdo Luzbel? —el capitán asintió mientras salía de la estancia dejándoles allí—. Ocúpate tú, Morrik.

El chico quiso rechistar, pues Erum siempre le mandaba todo, en ocasiones pensaba que quería molestarle. Decidió callarse mientras suspiraba camino a la cocina seguido por Jowak, que reía a su espalda.

Morrik era el más joven, pero aparte de Luzbel, también era el más inteligente, por lo que solía ocuparse de manejar los mandos de la nave casi siempre. En aquel momento miraba la comida, y de pronto empezó a preguntarse qué debería llevar, pues si las sospechas resultaban ser ciertas, todo tendría un aspecto extraño para la prisionera, y en consecuencia, no comería. Dejó caer los hombros con cansancio,  al final se decidió por poner en la bandeja las cosas que le gustaban a él y que mejor aspecto tenían a sus ojos.

Shana observaba el lugar en el que se encontraba, no había casi nada aparte de una cama poco mullida y lo que sospechó sería un baño. Las pareces estaban formadas por pequeñas placas de metal, cuando pasó una mano por ellas se templaron a su tacto. Intentó abrir la extraña puerta de color violeta pero no había nada con lo que hacerlo, ni pomo ni mecanismo parecido al que se encontró en la base en la que había despertado repentinamente.

Se había dicho a sí misma que lo ocurrido era un sueño, porque aquellas criaturas no podían ser reales, sin embargo allí estaba, allí se despertó, en aquel oscuro y pequeño cuarto que parecía alguna clase de cárcel.

“Definitivamente me he vuelto loca”. Se dijo mientras palpaba la dura cama.

No estaba segura de cuanto tiempo llevaba allí, por suerte se había despertado en buenas condiciones, los pinchazos habían desaparecido, lo cual agradeció, porque en la habitación no había ni rastro de la mochila que guardaba su medicina. Cansada, comenzó a gritar aporreando la puerta, comenzaba a sentir una pequeña desesperación que se mezclaba con la confusión por todo lo que estaba ocurriendo, después de un rato se cansó y se dejó caer sobre la única superficie blanda que había en la estancia.

—¿Qué debería hacer? —se rascó la cabeza pensativa.

Había planeado algo, estaba segura de que antes o después alguien tendría que ir, aprovecharía ese momento para escabullirse y salir corriendo. Como si la suerte se hubiera acurrucado a su lado, escuchó un extraño sonido, como si alguna clase de válvula dejase escapar el aire. En aquel momento la puerta se abrió dejando entrar a la oscura estancia una incómoda luz de color rojo. Cerró los ojos un segundo y los abrió, se maldijo por haberlo hecho, porque lo que había allí era demasiado extraño.

Morrik estaba en la puerta abierta sosteniendo la bandeja y mirándola. Ella era un ser extraño a sus ojos, pero percibía el miedo en su mirada. Por instinto habló, y al ver que su confusión y miedo aumentaban claramente en su cara, se dio cuenta de que no le entendía, se había olvidado completamente de la ausencia del locuum en ella.

“Es una rata gigante…” decía su subconsciente.

La luz roja de fuera era mucho menos ponente que la que estaba en aquellos ojos redondos. Le observaba atontada mientras comenzaba a caminar hacia el interior. Aunque llevaba una extraña ropa de color marrón, todo su cuerpo estaba recubierto por una espesa capa de pelo de color blanco y  corto,  en vez de boca, tenía morro, su cara acababa en un estrecho y largo morro que le daba pavor.

“Corre, corre, corre…” repetía una y otra vez su yo interior “Corre o te comerá”.

Tragó saliva asustada, estaba segura de que la comería. Ya le daba exactamente igual que fueran mutantes radiactivos o cualquier otra cosa, tenía que escapar y pedir ayuda.

Se levantó con cuidado mirando fijamente a los ojos de aquella criatura. Cuando Shana sospechó que estaba lo suficientemente lejos de la puerta, salió corriendo empujando a Morrik en la huida, que sorprendido, cayó al suelo con la bandeja sin poder evitarlo.

—Cielos —dijo mirando la puerta—, creo que tenemos problemas…

Se sentía libre, tan concentrada estaba en su huida que no se paró a mirar hacia donde corría, y sobre todo, por donde. Su corazón dio un vuelco cuando un fuerte pitido comenzó a sonar por todos lados, su yo interior le avisaba de que era la alarma y de que se había accionado por ella, ahora sí que estaba en peligro.

—¿Qué ocurre? —Luzbel se encontró con Morrik en uno de los pasillos, el muchacho tenía la mano sobre una de las palancas que accionaban el sistema de alerta— Más vale que sea una emergencia, a Génesis no le va a gustar despertarse así.

—Lo siento… capitán —se disculpó con cierto miedo, pues no había pensado en sus actos—, pero la chica ha escapado.

Luzbel soltó un gruñido mientras comenzaba a caminar dejando al muchacho con aspecto de rata allí estático. Sabía que iba a haber algún problema, y ahora se unía uno más por accionar la alarma.

—Génesis, tenemos un prisionero huido —alzó la voz, que se mantuvo firme y seria.

“Lo sé, he estado observando”.

La voz femenina resonó por el pasillo, era suave y aterciopelada. Luzbel se paró un segundo mientras alzaba las cejas sorprendido, Génesis no solía despertarse, de hecho, desde hacía mucho tiempo solo despertaba cuando se encontraban en alguna batalla contra las naves del Emperador.

“Está por el sector este, corriendo hacia la cámara de entrenamiento”.

De un segundo a otro se armó un buen revuelo dentro de la gigantesca nave. Todos corrían por los pasillos a excepción de Tak´ul, que se limitaba a caminar y a Mar´heena, que se quedó sentada en la sala que usaban para descansar y distraerse.

Shana llegó a una zona abierta, no estaba segura de qué camino seguir, pues veía dos puertas al otro lado del lugar en el que se encontraba. Paró unos segundos para coger aire, comenzaba a sentirse débil a causa del repentino esfuerzo y del miedo que la inundaba. Sospechaba que se encontraba en algún lugar bajo tierra porque no había visto ninguna ventana durante su carrera.

Cuando se irguió de nuevo para seguir con su alocada huida, una de las puertas frente a ella se abrió y vio salir por ella a uno de los seres que la habían atrapado, el ogro. El descomunal ser tuvo que inclinarse y girarse unos grados para pasar por la puerta, después se quedó allí de pie observándola, Shana abrió la boca queriendo gritar, pero no salía nada por ella, la simple mirada del ogro le quitaba incluso el aliento, pues los ojos que la miraban eran completamente negros.

“¡Corre, corre, corre, maldita sea Shana, corre!” volvió a repetirse.

Sentía que estaba paralizada, pero algo se accionó en el interior de su cuerpo cuando aquella bestia soltó un largo y ronco gruñido mientras comenzaba a dar zancadas hacia ella. Sin posibilidad de seguir hacia adelante, se giró y comenzó a correr por el mismo camino por el que había llegado allí, se encontró una bifurcación que había pasado por alto y decidió cambiar su ruta y seguir por allí.

Estaba en un pasillo tan estrecho que el ogro seguramente no podría recorrer, lo cual agradeció. Sin embargo, sus pensamientos acabaron de pronto, su carrera se detuvo de golpe y un dolor que jamás había sentido recorrió cada centímetro de su persona. Se le dobló el cuerpo hacia delante, algo la había detenido y la fuerza que había usado para correr se volvió en su contra aumentando el dolor por el impacto. Un sabor metálico inundó la boca de Shana, que se dejó caer doblándose más aún en aquel objeto tan duro que resultó ser un brazo.

Solo llegó a ser capaz de girar la cabeza unos grados, no lo había visto porque un saliente le cubría. Había una persona allí, un hombre de pelo oscuro y ojos tan extraños que por un segundo olvidó todo el sufrimiento de su cuerpo y se centró en ellos. Al final su mirada se volvió borrosa hasta llegar a un profundo negro, perdió el conocimiento.

Antes siquiera de despertar ya sentía todo su cuerpo arder, dolía, dolía tanto que no existía una palabra exacta para describirlo. Su cuerpo se intentaba enroscar, pero alguien se lo impedía. No lograba dejar de centrarse en el dolor, técnica que había desarrollado con maestría y que siempre le había servido durante sus ataques más fuertes. Cogió una bocanada de aire y abrió los ojos de par en par, sentía como la sangre se deslizaba por sus labios intentando salir con fuerza de la boca y quitándole la respiración.

Sobre ella estaba el mismo hombre de pelo tan negro que parecía carbón. Tenía unos ojos anaranjados y siniestros pegados en ella, no estaba segura de si era a causa del dolor, pero veía una profunda culpa en ellos. Él gritaba cosas que no entendía, y otra voz respondía, pero no veía quién era. De nuevo,  no podía apartar los ojos de aquel ser de piel blanca como la nieve, sentía que si se fijaba en él con toda su fuerza de voluntad, volvería a dejar de sentir tanto dolor.

Era una persona extraña, hermoso y misterioso al mismo tiempo, no el tipo de belleza de un modelo... era algo diferente, simplemente nuevo para ella. Entre la confusión del dolor llegó a poder preguntarse si los humanos se habían convertido en aquello, en si aquel color rojo que nacía del exterior de los ojos hasta llegar a difuminarse casi en la piel de los pómulos para quedarse pálido, sería de verdad o lo habría pintado.

Gritó con mayor fuerza cuando sintió que le arrancaban las entrañas, su poder mental desapareció de un plumazo y solo hubo un dolor tan fuerte que no podía ser real.

—Maldita sea, ¿qué has hecho Luzbel? —gritaba Erum intentando detener la hemorragia— ¡Le has destrozado todo el interior!

—¿Cómo diablos lo podía saber? —rechistó furioso— Ni siquiera he usado fuerza, extendí el brazo para que parase.

—¡Es una terrestre! —parecía querer echárselo en cara, pero ni él sabía sobre ellos— No sé qué hacer Luzbel, se va a morir.

—Usa los bot —dijo de repente mirándole—, ya sé lo que vas a decir, pero si se va a morir, al menos inténtalo.

—Supongo que tienes razón —se giró y rebuscó en uno de los armarios, agarró una aguja de grandes proporciones y la llenó con un líquido azulado—, es lo único que puedo intentar, mantenle firme el brazo, y por favor, no se lo rompas —acabó con tono irónico.

Luzbel gruñó molesto por la broma del médico. Extendió el brazo de la prisionera con toda la suavidad de la que fue capaz y Erum metió la aguja con una precisión milimétrica mientras Shana comenzaba a sentir un nuevo ardor que se movía con vida propia por su brazo, recorriendo un rápido camino hasta llegar a concentrarse en su abdomen.

Un nuevo dolor comenzó a invadirla, como si sus órganos internos se moviesen. Las lágrimas que se arremolinaban en los ojos no le permitían ver nada a su alrededor, y quería morir, morir de una vez, porque aquel dolor que sentía era inhumano e insoportable.

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