jueves, 16 de mayo de 2013

Ilustración Carlos Rodón

El Crimen de la Mansión Maligna, cuarta parte (final)




Capítulo 10. Igor be back.

    -Mi señor Conde.- Respondió Igor con una sonrisa en el rostro.

    Habían pasado muchas cosas desde la última vez que vimos al jorobado y la verdad que sentía cierta curiosidad por saber su historia. Aunque ahora no fuese el momento ya que Dennis se estaba poniendo muy rojo y los ojos, antes sin vida se encendieron en mil llamas, comenzó su desagradable caminar rápidamente dirigiéndose a Igor para matarlo, pero entonces Drácula lo detuvo dándole un puñetazo, un golpe en la cara que tan solo detuvo a Dennis unos segundos antes de que sacara de su boca una mano larguísima y exprimiera al máximo la cabeza del Conde hasta que en su mano solo quedaron sus sesos y unos colmillos tan viejos como el tiempo.

    Al ver esto Igor estalló de ira, yo me quedé paralizado por el miedo y temiendo que, en otro de sus ataques de furia Dennis atacara a Sophie, aunque lo veía poco probable ya que la necesitaba para llevar a cabo su malvado y secreto plan. El jorobado corrió disparando al azar con lágrimas en los ojos, yo corrí hacia Sophie que cada vez estaba más en cinta para salvarla de las balas perdidas, el lobo corrió a resguardarse como el cobarde que era mientras Vincent Price, Mike Myers y los zombis corrían hacia Dennis para detenerlo. Pero sus esfuerzos fueron en vano ya que, como si de una explosión se tratase todos salieron rebotados hacia las paredes y cayeron al suelo sangrando, el viejo Vincent escupía sangre y algún diente por la boca mientras que un zombi había sido atravesado por la cabeza de un ciervo disecado que colgaba de la pared. Mientras Igor corría disparando hasta que entró de un salto por una de los ventanales rotos y se abalanzó sobre Dennis, le golpeó con la culata de la escopeta en la cara hasta dejársela desfigurada; el enano entonces, con media cara colgando y la otra media en carne viva agarró al jorobado y lo levantó en el aire dispuesto a terminar con su vida, pero este no contaba con la pericia de Igor que le apuntaba con la escopeta mientras era levantado lentamente del suelo y que disparó sobre su pecho como si le fuese la vida en ello. Dennis lo soltó de golpe y cayó al suelo, en principio parecía estar muerto, de su pecho brotaba una sangre negra que pronto llenó todo el suelo de la habitación, luego, la sangre y el cadáver se convirtieron en miles de cucarachas que corrieron a refugiarse por los recovecos de la mansión.

   Al parecer Igor nos había salvado a todos. Ayudé a Sophie a levantarse del suelo, la tapé con un mantel que encontré medio roto y un poco sucio de sangre y la llevé hasta donde estaban el resto del cada vez más reducido grupo en el que solo quedaban el señor Price, Mike Myers, tres zombis, el lobo y el jorobado. Mientras caminábamos al grupo noté como Sophie se acurrucaba en mi pecho y supe que, aunque no sintiera un amor físico por mí, si sentía un amor interior, privado, mucho más profundo que el que sentía por Paul, aunque seguía sin poder quitarme de la cabeza esas miradas furtivas de los dos amantes y verla gemir de placer mientras engendraban al monstruo que tanto ansiaba ver el fallecido Dennis, empiezo a entender eso del amor/odio.

 
   Tras unas palabras de agradecimiento al jorobado que empuñaba con fuerza su escopeta, este nos llevo al granero. Nos advirtió que tal vez nos encontraríamos con más criaturas con tres filas de dientes por el camino, nos dijo que corriéramos pero el grupo estaba demasiado destrozado como para correr, así que de nuevo nos tuvo que salvar de casi un ejército de monstruos que surgían del suelo mientras intentábamos correr para salvar el pellejo. Pero la mala suerte se cebó con Myers que murió a manos de un par de las malignas criaturas que saltaron sobre él y se lo estaban comiendo vivo, tan solo pude oír sus gritos mientras huía. El granero estaba lo bastante lejos de la mansión como para que las criaturas nos hubiesen podido matar mil veces, menos mal que Igor y su escopeta, que no dejaba de recargar de cartuchos una y otra vez estaban allí para guardar nuestras espaldas.
   
   Cuando llegamos al granero entramos corriendo y Igor cerró la puerta con un cerrojo que había fabricado el mismo y que estaba compuesto de un enorme tronco que bloqueaba la puerta de lado a lado. En el viejo granero había un vaca que mugía de terror cada dos por tres y un par de ovejas muertas tiradas en un rincón. Yo dejé a Sophie sobre un montón de paja, tumbada para que descansase, su barriga no tenía buena pinta, hacía tan solo una hora desde que la habían engendrado y ya estaba como si fuera a parir. Me temía lo peor para ella y eso me provocaba una punzada terrible en el corazón.
 
   Igor dejó la escopeta sobre una mesita y cogió un cuenco lleno de agua, se acercó a la puerta y tiró un poco alrededor de ella, luego lo dejó en su sitio y se sentó. Vicent, que habrá observado con atención toda la operación no pudo hacer más que preguntarle a Igor:
 

   - ¿Y eso?

   - Agua bendita- Respondió el jorobado llenando su pipa.

   - ¿De verdad cree que los va a detener?- Preguntó incrédulo Vincent

   - Lo he comprobado.- Dejó la pipa en la mesa y miró a Vincent- Los mata.

   Entonces Vincent sonrió y a Paul también se le escapó una risilla y preguntó:

   - ¿En serio quiere que nos creamos eso?

   - Me da igual lo que crean, yo solo sé que he bendecido el agua, he mojado levemente los cartuchos con ella y he matado a varias decenas de esos monstruos. Es lo único que sé.

   - Pero el agua solo la pueden bendecir los sacerdotes.- Sentenció Vincent.

   - Por mis venas corre sangra sagrada- Dijo Igor esperando preguntas, tras unos segundos y al ver que no llegaban, empezó a contar- No fui un hijo deseado. Mi madre era monja en un convento de clausura en Irlanda, sus padres la internaron porque era la puta del pueblo y la vergüenza pudo con mis abuelos hasta el punto de deshacerse de ella. Allí, entre rezo y rezo se ganó la fama de fulana que ofrecía su servicio a los sacerdotes e incluso a más de un monaguillo en la hora de la siesta- Hizo una pausa, terminó de llenar su pipa y la encendió- Y así nací yo. Así que ese poder divino de bendecir el agua, que para muchos es un cuento, para mí  es algo normal.

   Ninguno de los que estábamos allí podíamos creerlo, Igor era hijo de un sacerdote y bendijo los cartuchos que nos salvaron la vida. Increíble.

   Entonces, tras contarnos la historia de su nacimiento y su poder, el jorobado se giró hacia Sophie y sacó de un cajoncito una sierra.

   - Ahora hay que sacar a ese bicho de ahí dentro.
 
   Sophie, que no paraba de sudar y de llorar por el dolor que le provocaba lo amplio de su barriga se llevó las manos a la cabeza e intentó huir. Yo me interpuse en el camino de Igor, que ya estaba de pie y se dirigía a mi amada, Paul también hizo lo mismo y entre los dos detuvimos al jorobado que, antes de soltar el arma le cortó en un brazo al lobo.
 
   - No lo entienden- Dijo Igor mientras ambos lo sujetábamos y lo atábamos a una silla- Hay que sacarlo de ahí dentro, si ese monstruo nace estamos perdidos.

    - No vas a cortar ni a sacar nada de ningún sitio- Sentenció asustado Paul.

   Yo infectado en rabia golpeé al jorobado en la cara y este quedó inconsciente, lo terminamos de atar y luego acurruqué entre a mis brazos a Sophie prometiéndole que nadie le haría nada; el lobo miraba desde un rincón la escena, celoso y yo lo miraba a él, aún con cierto resentimiento.
   
   Vincent decidió que, con la puerta bendecida era imposible que los monstruos entraran a por Sophie y el resto de nosotros, al menos durante un tiempo, cuando el jorobado irlandés despertase le obligaríamos a bendecir la puerta y otra vez a dormir. Al menos hasta que llegase ayuda.
   
   Pasaron un par de horas en las que los zombis no dudaron en comerse los restos de las ovejas muertas del suelo y empezar a devorar a la vaca. El resto intentamos dormir. Paul vigilaba la puerta con la escopeta en la mano y yo, preocupado sofocaba el sufrimiento de Sophie con paños de agua fría en su frente. Cuando todos estábamos más tranquilos, en la quietud de la madrugada, justo antes de amanecer llamaron a la puerta.


Capítulo 11. El monstruo que nació de Sophie.

    Paul se levantó de golpe y apuntó a la puerta con la escopeta. Vincent se despertó y se sentó en la paja mirando fijamente a la puerta, los zombis dejaron de comerse a la vaca y, con la bocas llenas de sangre miraron a la puerta; y yo dejé descansar a Sophie y me levanté tan rápido como pude. Todos nos acercamos a la puerta y Paul preguntó:

    - ¿Quién anda ahí?

    Al otro lado de la puerta nadie contestó. Paul repitió la pregunta hasta tres veces más, entonces alguien contestó:

    - Soy yo, por favor abrid.

    Todos nos quedamos extrañados al oír esa voz familiar. Parecía el joven Hércules, el pupilo de doña Agatha. Miré por una pequeña rendija de la puerta y efectivamente era él. Miré a Paul y a Vincent, los tres desconfiábamos de la situación.

    - ¿Cómo podemos saber si eres tú?- Pregunté dubitativo.

    - Salid y comprobadlo.- Dijo Hércules.

    Justo cuando me dirigía abrir la puerta Vicent me detuvo cogiéndome del brazo.

    - ¿Y cómo has sobrevivido a los monstruos que hay ahí fuera si no tiene abrazos?- Preguntó el señor Price.

    Tras unos segundos de silencio Hércules respondió:

    - He llegado hasta aquí escondiéndome entre los arbusto y matorrales. No me han visto.

    Vincent aún me seguía cogiendo del brazo, dudando de la historia del joven. Entonces me solté y abrí la puerta, yo sí creía la historia.

    Allí, frente a nosotros estaba el amputado cuerpo de Hércules, nos miraba asustado.

   - Menos mal que habéis abierto- Dijo sonriente- Pensaba que iba a estar toda la noche dando vueltas.

   Cuando me decidí a salir a por él, con la mirada de desaprobación de Vincent clavada en la coronilla, a Hércules le salió de la boca un brazo, de la misma manera que antes cuando Dennis había terminado con el Conde y me cogió de la cabeza. Nos había engañado, de nuevo el astuto y criminal Dennis había vuelto en el cuerpo de Hércules. Luché tanto como pude para no ser asesinado por el enano, ahora convertido en un joven apuesto. Luché tanto como pude pero la presión que ejercía sobre mi cabeza era demasiado grande; justo antes de caer desmayado vi a Paul convertirse en lobo y saltar sobre Hércules para que me soltase.

    Cuando me desperté aún seguía la pelea, Paul lanzaba zarpazos a la cara de Hércules mientras este se defendía dándole puñetazos con el brazo que le salía de la boca. Me puse en pie y cogí a Hércules entre mis brazos, lo estrujé por sus hombros como si fuese un bocadillo y de su boca salió Dennis lleno de babas y sangre, con su asqueroso caminar saltó a un árbol y nos miró asustado, era la primera vez que lo veía así. El lobo y yo soltamos el cuerpo sin vida del joven Hércules y corrimos al árbol; desde allí Dennis nos miraba sin saber que hacer, como esperando que sus criaturas, que ya se acercaban y se contaban por centenares acabaran con nosotros. Al ver semejante ejército de monstruos volvimos al granero y dejamos fuera a Dennis que se arrastraba hacia nosotros como una serpiente.

    Al entrar allí dentro el espectáculo fue aún peor, Sophie había roto aguas y los zombis la miraban sin saber muy bien qué hacer. La abracé con fuerza y cogí su mano, Paul, aún con su forma de lobo le acarició la otra y por un momento, al mirarlo a los ojos supe que ambos la queríamos de la misma manera, el miedo en sus ojos me hizo comprender que no era solo una atracción sexual, era amor, tan virginal y puro como el que yo sentía por ella.

   Vincent atrancó la puerta pero no sirvió de nada. Dennis, que al entrar en contacto con el agua bendita que empapaba la puerta se prendió en llamas se arrastraba hacia Sophie. Los zombis se pusieron delante para proteger a mi amada, Dennis se encendió aún más lleno de ira y de un salto, entre llamas se metió dentro del cuerpo de Vincent que le disparaba cartuchos bendecidos intentando acabar con él. La pelea interior entre el señor Price y Dennis fue terrible, todos la pudimos ver, Dennis lanzaba puñetazos sacando un brazo por la boca de Vincent y este se los devolvía metiéndose la mano en la boca para sacarlo; así siguieron unos minutos hasta que Price alcanzó la escopeta, Dennis, al leer sus intenciones se la quiso arrebatar pero el hombre la agarraba como si le fuese la vida en ello, hasta tal punto que el mismo Dennis se dejó llevar sabiendo que iba a morir; Vincent se metió el cañón del arma en la boca y disparó, fue solo un disparo, un sonido seco que terminó con la vida de ambos. Vincent cayó muerto al suelo y Dennis salió de su boca, muerto también.

    Pero el terror aún continuaba, Sophie se había  puesto de parto, se abrió de piernas esperando que la criatura saliese; cada vez me agarraba la mano con más fuerza y yo le devolvía el apretón con cariño y serenidad, aunque estaba muerto de miedo. Paul nos miraba un poco celoso, se apartó para dejarnos vivir ese momento juntos y yo lo cogí de una pata para que lo viviera con nosotros, a fin de cuentas era su hijo, este era su momento.

    Lo que ocurrió a continuación fue lo más terrible que hemos vivido y que usted, querido lector tal vez haya leído en toda su vida. Mientras Sophie gritaba más y más, de su vagina que cada vez estaba más abierta, empezó a salir el dedo de un pie, un dedo tan gigante como yo mismo, luego salió otro y así hasta completar un pie, este ejercicio de dolor abrió en canal a mi amada desde su vagina hasta el cuello, provocándole la muerte. Entonces estallé en un ataque de ira que me asustó a mí mismo, le solté la mano muerta y, tanto el lobo, como los zombis, como yo salimos corriendo del granero mientras el monstruo seguía saliendo de Sophie.

    Una vez que salimos, vimos desde fuera como crecía el monstruo de Sophie, el pie de antes seguía creciendo y cuando quisimos ver hasta donde llegaba el tobillo, la vista se nos perdía más allá de las estrellas, fuera lo que fuese lo que estaba saliendo de mi amada iba a ser gigante.

    Afiné la vista y pude ver a Igor subido a uno de los dedos, intentando trepar por él tan lejos como pudiese. Le di un golpecito a Paul para que mirase y vimos como el jorobado seguía subiendo y tras él los miles de criaturas con tres filas de dientes que venían a por nosotros. No sabíamos porque pero entendimos que para salvarnos tal vez debíamos trepar ya que el monstruo no dejaba de crecer y al final nos acabaría aplastando.


Capítulo 12. El Nuevo Amanecer.

    Nos acercamos como pudimos a donde parecía que se podía trepar. Me agarré a una pequeña hendidura en la planta del pie del monstruo y comencé a subir, me cogía a rocas, a pequeños árboles que crecían cada segundo un metro más y así poco a poco trepé hasta encontrar la estabilidad de una uña, tan grande como una ciudad de millones de habitantes. Desde allí vi a todas las criaturas subir arrastrándose y a mis compañeros de viaje subir a duras penas, los zombis iban cayendo y siendo aplastados por el resto de criaturas que subían y el único que subía sin problemas era Paul, que ahora en su forma humana se agarraba con sus zarpas a las rocas y al suelo, que si bien era la piel de un monstruo, también era tierra firme donde posarse sin problemas. Miré hacia abajo de nuevo y vi que dé el granero aún seguían saliendo partes del monstruo, metros y kilómetros de enorme monstruo que salían de mi amada Sophie. Me di cuenta que el lobo también miraba hacia allí y no podía esconder una lagrimita al pensar en su amada, que era también la mía.

    Cuando el único zombi que quedaba y Paul llegaron hasta la uña en la que yo estaba intentamos pensar en alguna estrategia para llegar lo más alto posible.

    - No sabemos hasta dónde puede llegar.- Dijo el zombi.

    - Pero tampoco nos podemos quedar aquí- Repliqué yo.

   Paul, que no sabía muy bien que hacer nos miró, sacó las garras de nuevo, volvió a su forma animal y  siguió subiendo, pero antes se giró y nos dijo:

   - Aquí no arreglamos nada. Si el jorobado ha seguido subiendo tal vez allí estemos seguros.

   Le hicimos caso y golpeamos a una de las criaturas que se lanzó sobre nosotros. Seguimos subiendo y cuando aún no llevábamos ni cincuenta metros vimos a Igor caer despedazado desde las alturas, los tres temblamos de miedo pero seguimos subiendo.

  Pasaron tal vez horas, el sol ya empezaba a salir a la altura del tobillo del monstruo y entonces se paró de golpe. Miré al granero y vi, en la lejanía, que ya no salía nada más de Sophie, ya lo había parido por completo y la bestia que había salido de ella era tan grande como un planeta, quizá más. Todos nos paramos de golpe, las criaturas saltaban alegres y algunas bailaban; nosotros nos miramos y nos quedamos agarrados a la roca o rama en la que estábamos. 

   De pronto empezamos a caer, no nosotros, sino el monstruo, el suelo, hasta aquel momento nuestra pared, se empezaba hacer horizontal y si antes colgábamos hacia abajo ahora estábamos tirados en el suelo. Intuí que la criatura se había tumbado, aunque, por lo que descubrí más tarde en las sagradas escrituras de El Nuevo Amanecer y os citaré literalmente, ocurrió lo siguiente: "...fue en el Amanecer de El Nuevo Amanecer que la criatura Glarg (pues este era el nombre de la criatura) tras haber sido concebida y traída al mundo en todo su esplendor, que decidió convertir su lomo en el Nuevo Mundo y entendió que para ello debía acabar con el anterior mundo. Y así, sin pensarlo, como si de un mandamiento divino se tratase, Glarg, el glorioso se dejó caer y se encogió sobre sí mismo, encerrando en su interior al Viejo Mundo y aplastándolo entre sus brazos y piernas. El estallido provocó un gran terremoto y de él nacieron las ciudades, los mares, las montañas  y el resto de la flora de este nuestro Mundo. Así fue como la criatura Glarg terminó siendo nuestro suelo y fuente de nuestros alimentos.". Así ocurrió.

   El golpe contra el suelo y el posterior terremoto mató al último zombi que quedaba e hizo que Paul y yo cayésemos en una de las grietas que creó el seísmo. Pasaron horas, creo que tal vez días en los que el hombre lobo y yo no quisimos salir, nos alimentamos de las criaturas con tres filas de dientes muertas a nuestro alrededor y al amanecer del tercer día decidimos salir, armados con la escopeta y los cartuchos bendecidos. Asomamos la cabeza hasta fuera de la grieta y allí solo había un desierto, con arena roja y algún cactus, también rojo, no había nada más, ni agua ni nada más.

   El lobo y yo caminamos durante días que se convirtieron en semanas. La sed nos estaba matando, a Paul ya se le veían las costillas y en mi boca se acumulaba la arena del viento que soplaba. Fue durante la tercera semana cuando vimos una ciudad, con sus edificios, su asfalto y sus gentes. Tardamos medio día en distinguir que las gentes de esa ciudad eran las mismas criaturas de tres filas de dientes, ahora convertidas en hombres y mujeres trajeados que se comían entre ellos, animales carroñeros que se peleaban por un trozo de otro de sus semejantes muerto en el suelo. Las criaturas hembras solo se contoneaban a sus congéneres y fornicaban en mitad de la calle mientras otro se las iba comiendo. Parecía una sociedad condenada al desastre, daba miedo pensar en que este era el Nuevo Mundo y que allí es donde deberíamos vivir el lobo y yo el resto de nuestras vidas, al menos lo que durasen esas vidas.

   Cuando llegamos a la entrada de la ciudad, donde había un cartel en el que decía claramente: "ENTRADA PERIMITIDA SOLO A LOS HIJOS DE GLARG", el solo estaba subrayado hasta tres veces; el hombre lobo se detuvo, me dio la escopeta y me dijo:

    - Bueno, aquí se separan nuestros caminos.

    Me quedé extrañado, pensé durante unos segundos una frase para convencerle y que se quedara, pero solo pude decirle esto:

    - Tengo miedo.

     Paul me miró, me golpeó levemente en el hombro y sentenció:

    - Si nosotros, unos monstruos tenemos miedo, es porque hay que tener miedo.

   Tras decir esto el hombre se convirtió en lobo y se fue por una especie de ronda exterior que rodeaba la ciudad por fuera. Yo, en cambio decidí entrar por la gran avenida principal que se abría ante mí. Tenía miedo.

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