domingo, 10 de marzo de 2013

DESDE LAS TINIEBLAS

Ilustración: Carlos Rodón


Amaneció y me marché.
La distancia hasta el portal se llenó de oscuridad.
No tuve tiempo de rectificar, únicamente me pude alejar.
Falsa honestidad, falsa debilidad, falsa impudicia.
Vivo, no sé por qué. Sigo sin comprender.
No quedan excusas, pienso en lo que hice, sólo quiero desvanecerme.
Este sueño puede más, en su punto de inflexión arde ese maldito lugar.
Inmortalidad. No pararé el tiempo, enterraré ese final, caminaré con honor.
Consagraré el no poder vivir una vida normal, sigo mi sueño.
Reanimaré la indiferencia llegando a pensar en lo que dejé atrás.
Ese triste amanecer en el que se olvidó la ilusión, un largo viaje sin acabar.
Cuantos instantes sin recordar, quizá mañana, una promesa sin aceptar.
Me golpea el silencio sin cesar en ésta alborada de ansiedad.
La luz que me guiaba se esfumó, debo marchar, soportar otro adiós.
Mientras me exaspero siento miedo por lo que tengo que hacer.
Nunca mostraré compasión, no existe lamento posible, sé que no hay nada más.
Sólo queda mi inmortalidad, puedo vivir sin respirar, necesito volver a creer.
Pido fuerzas por última vez, sinceramente no sé a quién.
Comienza otra noche más y no puedo preguntarme cual será el final, francamente no sé cómo.
Sólo queda esta maldición que he de aceptar sin rencor.
Cuántos deseos sin realidad, lo lamento, sólo intento serenar ésta aridez.
Encerraré el alma en donde la sentí serena, no tiene sentido pedir perdón.
¿Dónde queda ahora el valor? Haré que cada instante sea constante, no quiero ver más allá.
A cada nueva luna esconderé la incertidumbre que invade mi razón.
Bajo la seguridad de tener que continuar esta inmortalidad.

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