jueves, 21 de febrero de 2013

CRÓNICA PÚRPURA (3)


   Supe que debía alimentarme de ella... de la puñetera sangre. Acepté aquel mal, acepté aquella locura. Joder... vaya que si lo hice. Me quedaban dos opciones; alimentarme vía intravenosa, metiendo en mi cuerpo el liquido burdeos en repetidos trasplantes, o, en cambio, salir fuera, al mundo exterior, a las calles. Echarme a los suburbios para chupar la sangre de mis semejantes... ¿que coño semejantes? ya no lo eran: YO NO LO ERA. No era humano, joder. No era uno de ellos. Era un puto vampiro, un ser de la noche... un monstruo. Un monstruo al que Audrey, sin desearlo, dejó tirado en aquel apartamento.
 
   El viejo la diñó. Aquel día no asistió a la cita. Por lo que pude descubrir poco después, el pobre viejo murió de un infarto. Le dio un jodido patatús en el camino de regreso al piso. Me quedé solo. Dios... solo en aquella ciudad. Solo con mi... ¿enfermedad?
 
   Los dos primeros días fueron relativamente molestos. Cansancio, jaquecas, fiebre y una incomoda sensación en el estomago... Pero al cabo de la tercera jornada sin alimentarme... Jesús; estaba al borde del delirio. Me miré en el espejo; era un muerto en vida. Había envejecido considerablemente. Estaba arrugado como una pasa, mustio como que un ficus sin regar. Era... era un puñetero zombi. Mi pelo, mi larga melena se había transformado en una mata blanca y cana. Mis ojos, hundidos en sus cuencas brillaban tenuemente en un color apagado, teñido en rojo oscuro. Se me notaban los huesos de las manos, de los brazos; de todo el cuerpo. Jesús; menos mal que me dio por limpiar aquel claustro poco después de acabar con los polis, me hubiese costado un triunfo borrar las huellas en aquel estado.

   -Ugen... ¿Qué vas a hacer? -me decía a mí mismo frente al espejo del baño-. ¿Vas a morir así? ¿vas a...? ¿rendirte?

   Por un rato pensé en salir corriendo de allí; marcharme bien lejos para dejar atrás aquella maldita pesadilla. No hubiese servido de nada. Le dí a la cabeza durante unos minutos que se me antojaron jodidamente eternos. Tracé el siniestro plan. Le eché un par de huevos. Entonces, tras una conversación absurda conmigo mismo, decidí hacerlo. Caminé hasta la diminuta cocina. Abrí uno de los cajones y...
 
   -Sí.
 
   El cuchillo era lo suficientemente grande.
 
   -Lo siento Padre... Lo siento Señor...
 
   Luego dispuse el filo a la altura de la muñeca y rasgué de un tirón el tejido de mi piel. La herida se abrió en profundidad a lo largo del brazo, sesgando venas a su paso.

   -Padre nuestro que estás...
 
   Imité el corte en la otra muñeca.
 
   -...santificado sea... tu nom... brrrr.....
 
   Las heridas estaban abiertas, saludando como bocas enmohecidas teñidas en color azul y pardo. Unas bocas sanguinolentas suplicando por la vida.
 
   -...así en la tieerrrrraaa....
 
   Sentí un mareo profundo, un acusado malestar que rozó lo infinito. Un dolor punzante allí dónde debería alojarse el corazón. Entonces, en pleno éxtasis de agonía, llevado por una fuerza superior, alcancé a divisar mis brazos curtidos; allí, en el lugar de los tajos, la sangre no figuraba. Las bocas abiertas en la piel no gritaban clemencia, al contrario, se reían de mí, insultando mi estupidez, la insensatez que no llevaba a nada. No lloraban, al revés, aullaban de alegría, gritando a los cuatro vientos que por mucho que me hiciera, jamás moriría de daño alguno.

   -Arrrrrrrggggg...
 
   Continuaban abiertas, rasgaban la piel, pero dentro, la sangre no corría, no fluía. Sentí el dolor, el escozor, la angustia. Pero ni de lejos, ni por asomo, rocé el cielo o el infierno que tras lamentable paso podría aguardar a un mortal recién fallecido. Entonces grité. Grité como nunca antes lo había hecho:
 
   -¡Diooooooooooooosssssss!!!
 
   Después acepté.

   Al cabo, dejé llevarme por la oscuridad de la noche. Soñé de nuevo. La pesadilla surgía ante mí como una película, una extraña sucesión de imágenes que me guiaban a través de los callejones más oscuros de aquella ciudad. Arrastraba mis pies, cojeaba incluso. Me sostenía en paredes y cubos de basura. Cogía aliento a marchas forzadas, como si mis pulmones no desearan el soplo de la vida o no les hiciera falta. 

   Asfixiado o al borde de estarlo, mi ser continuaba allí, buscando, perdido pero guiado por el olfato, aquel que de repente había logrado llegar al cenit de la evolución. Era perfecto, sentía el respirar de una mísera rata que se escondía, la misma pelleja que me vigilaba bajo un vehículo aparcado decenas de yardas atrás. Olía la colonia barata de una puta, aquella que asomaba con pitillo en mano a través de una ventana de un cercano patio de luces, cotilleando como una sucia vecina situada en lo
más alto de aquella torre de apartamentos. Paladeaba sabores de cocina, de gas, productos tóxicos y grasas quemadas en parrillas oxidadas. Paladeaba mucho más; sudor, hombres, mujeres, niños... personas durmiendo plácidamente. Paladeaba lo importante; el sabor dulce cobrizo de la sangre, la que corría a través de las venas de un pobre vagabundo que se afincaba a unos pasos de mí.
 
   -Sí... sí...
 
   Aquel hombre fue el siguiente. Le alcancé por la espalda, le sostuve por el cuello y...
 
   -Lo siento.
 
   Mordí, mordí, mordí... le trituré en más de veinte bocados. No aspiré su sangre, no; la tragué a rebosar por mis labios, ansioso, hambriento. Le despedacé con mis propias manos bebiendo de su piel y trozos de carne a modo de cuenco. Dios... Jesús... era como gelatina, como un dulce bocado de nube azucarada. Su ser era sabroso, caliente. Era... Joder... era mi puñetero entrante. Era mi comida, mi alimento. 

   Aquel día, llevado por las malditas pesadillas, cené más de lo normal. Cuatro personas desaparecieron en oscuros callejones sin salida. 

Phoenix, Estados Unidos. Tres años después.
 
   La conocí en aquel bar. En el mismo que solía frecuentar antes de salir a cazar. Era tan... tan guapa. Joder, qué cuerpazo. Qué mujer. Entró como una exhalación pidiendo ayuda. Abrió la puerta del pequeño garito y corrió entre gritos hasta alcanzar la barra. Allí, Charlie preguntó apaciguando:

   -¡Hey! ¡muchacha! ¿qué diablos te ocurre...? tranquila, tranquila.
 
   Era Charles, el dueño del local. Un tipo honrado, un... amigo. Una especie de colega al cual veía todas las noches. Él me proporcionaba el licor necesario para afrontar la barbarie y ser capaz de llevar a cabo mis... ¿cenas?
 
   -¡Ayuda! ¡ayuda por favor...!
 
   La chica estaba sin camisa, joder; en sujetador. Con aquellos pechos asomando por encima de la prenda. Iba sofocada, sudando. Vestida de cintura para abajo con un pantalón vaquero repleto de grasa y barro.
 
   -¡Respira mujer! ¿Qué ocurre...? -Charli le cogió de un brazo.
   -¡Fuera! ¡dos tipos...! ¡dos malnaci...! ¡ellos me han...!
 
   No dio tiempo a más. Los tres únicos que rondaban en el bar a aquellas horas, asomamos nuestra vista al exterior mirando a través de un amplio ventanal. Fuera, en el mugriento y oscuro parking, un vehículo de gran tamaño reanudaba la marcha.

   -¿Quién...? -me atreví a preguntar, dejando encima de la barra mi copa de whisky.
   -¡Ellos! -secundó la joven en un sollozo.
   -¿Ellos? -siguió Charlie, extendiendo las cejas al cielo-. ¿Norman?
  -Disculpa tío -añadí-; ¿conoces al conductor?
  -Sí. Es... suele hacer noche ahí. Viene con un sobrino, es su ayudante de carga. Lleva los troncos del aserradero hasta el condado vecino. Es un tipo muy vulgar... hay veces que cena aquí y...
 
   La muchacha lloró en un segundo grito, alertando y haciendo aspavientos con sus manos, mirando con cara de loca el camión de transporte que en aquellos mismos instantes salía del aparcamiento publico.

   -¡Tranquila mujer! -el camarero continuó a lo suyo-. ¿Se puede saber qué diablos...?
   -¡Me han violado! -terminó aclarando la chica-. ¡Esos dos cerdos del camión me han violado!
 
   Una espina, una tan grande como el propio vehículo que salía de ruta, se me clavó en el pecho aquella jodida noche. Santo Dios... era como si una fuerza descomunal e invisible tirara de mí hacía el exterior de la cafetería. Una tan poderosa que no pudiera resistirla. La fragilidad de la mujer. Su juventud. Su cuerpo. Aquella mirada dulce, empapada en lagrimas y sufrimiento. La inocencia que transmitía. Era preciosa. Era como aquella chica, la misma de la que me enamoré en el pasado, cuando era niño. Jesús... ¿era ella...? Era su doble.
 
   -Hijos de puta.
 
   Y aquellos malnacidos la habían violado porque sí. Sin más. Unos putos cerdos hijos de perra que por lo visto no tenían nada más que hacer aquella noche. Recogieron medio borrachos a la muchacha en un cruce a las afueras de la ciudad; ella salía de un motel finalizado su turno laboral. La hostia... Una preciosidad inocente. La metieron en la cabina y abusaron de ella. Ambos la forzaron. Jesús; aquel tipo dueño del camión era tan retrasado y paleto que pretendía enseñar al hijo de su hermana lo que debía hacer un hombre. Malnacido hijo de chacal. Le enseñó al joven a violar mujeres. ¿Quién era el monstruo y quién el humano...?
 
   -Charlie -solté-, no llames a la poli. No salgáis bajo ningún concepto. Ahora mismo vengo.
 
   Charles se quedó con la palabra en la boca, y la chica, a punto del desmayo, prefirió ausentarse de la realidad tomando asiento en el mismo suelo del local.
 
   Corrí como nunca. Salí a la carretera principal llevado por mi locura. En mitad de un cruce de caminos y vías asfaltadas alcancé a divisar el vehículo detenido ante un semáforo. Más allá, a unas yardas de distancia por delante del camión, una barrera bajada avisaba del paso a nivel. Tenía tiempo de sobra para llegar antes de que el conductor apretara el pedal de nuevo. El tren de mercancías de las 23:00 horas estaba a unas millas de allí y pronto se dejaría ver por aquel extremo de la ciudad. 

   -Tú puedes, Ugen. Ya sabes de lo que estás hecho.
 
   Y vaya que podía. Apresuré el paso mucho más. Doblé mi potencial. Volé sobre el asfalto en una carrera agónica a punto del colapso. Pero pude. Pude llegar a tiempo. Alcancé a los dos tiparracos. Los cogí en aquel ataúd de pino con ruedas.

   -¡Hijos de perra!
   
   No dije más. Con eso bastó. El resto fue un saludo mudo. Un entendimiento propio. Un tú a tú, mano a mano, puño a puño. Bocado a bocado. Ellos imaginaron que un tipo los habría visto. Venganza... ¿el novio de la muchacha quizá? ¿un sheriff loco llevado por el orgullo de portar una reluciente estrella? No. Eso no. Yo lo sabía. Sabía la verdad. La verdadera razón era JUSTICIA, pero acompañada de otra palabra: HAMBRE. Entonces pensé: Tres años asesinando a vagabundos. A perros de la calle. A gatos, ratas. Inocentes. Dios... debía haberlo pensado antes. Aquella sangre sabía mejor. Era más... ¿dulce y caliente? 

   Mientras me abría paso por la garganta agonizante de aquellos dos malnacidos, mi mente daba vueltas en un pensamiento lucido, perfecto, elocuente. Joder; ¿por qué asesinar si podía librar mi propia batalla contra un mundo injusto, oprimido, insensato, cruel y vomitivo? La Virgen; se me encendió la luz en mi cabeza aquella noche dentro de la cabina del camión. Me llegó la inspiración mientras despedazaba carne empapada en sangre. Sí... un justiciero de la noche. Un héroe. Un... vampiro vestido de vaquero que debía alimentarse de sangre. Sí... sangre de capullos, asesinos, hijos de puta sin nombre. Violadores como aquellos dos maricas. Tío y sobrino; ¡Ja! Muertos. Dos joputas menos. Y yo, ansioso de hambre, al fin alimentado, saciado...
Feliz.

   El mundo no se merecía a un monstruo. No... se merecía a un héroe como yo. Inmortal joder. Fuerte... ¡la leche! Rápido. Con el mundo a mis pies. Con un poder inimaginable. Sí... pasó el tiempo de la sangre envasada. Pasó el tiempo de oscuros callejones y locales de alterne. Pasaron perreras y cloacas. Llegó el tiempo de Ugen Slater. Llegó la aceptación del mal, y con ello... el héroe que todos esperaban.

   Así fue hasta que llegasteis vosotros, capullos polacos.

Varsovia, Polonia. 2011. 02:45 de la madrugada.
 
   -Bien cabrón, esa historia es cojonuda... ¿pero qué fue de la mujer que te mordió? ¿dónde está la tía zorra que te transformó?
   -No volví a saber de ella... ¿qué palabra no entiendes capullo? ¿acaso te la he mencionado antes? Llevo casi una hora contándote mi vida... joder.
   -¿Te ríes de mí? ¿acaso crees que yo, el señor Kozlov se chupa el dedo?
   -La Virgen... atravesaba América porqué la buscaba. ¡Joder! ¡la buscaba para rendir cuentas! ¡no he dado con el paradero de esa mujer vampiro! ¡no la veo desde aquel día! ¡Dios...! ¡llegasteis vosotros y me metisteis en un puto avión! ¡no sé nada más!
   -Osea, pretendes que crea que andas por ahí buscando a esa... cosa, y que aún no has dado con ella. ¡Ja! ¡y un polla, monstruo de mierda! ¡podéis oleros el culo unos a otros como chuchos en celo!
   -Joder mafioso maricón, hablo en serio capullo.
   -...
   -Jefe... ¿le pego un tiro de una vez?
   -Idiota, eso no le hace nada.
   -¿Llamo a los americanos para que follen a su novia y la tiren por la ventana?
   -Quieto fiera. Este paleto todavía puede ayudarnos.
   -No sé cómo, maldito gilipollas. Te he contado todo. Te he dicho cada aspecto de mi vida, cada puto detalle. A qué hora cago, cuándo me pajeo... ¿Qué más quieres? ¿es que no puedes asimilar que yo no puedo darte la puñetera eternidad? No soy un vampiro de serie joder, no nací así. Me mordieron, me transmitieron esa especie de rabia... solamente puede entregarte esta maldición un vampiro de verdad. Uno de pura raza. ¡Ya
lo sabes, te lo conté antes! ¿Acaso no te informan correctamente tus chivatos?
   -Hijo de puta, paleto de mierda. ¡Mientes!
   -En serio, Dios... ¿qué más quieres que te diga?
   -...
   -Jefe; ¿me lo cargo ya?
   -¡Aguarda un poco, joder!
   -De verdad. La hostia. Mierda. No puedo convertirte. No puedo hacer que seas rico, sucio, bastardo y traficante de zorras durante toda la eternidad, maldita sea. Debes encontrar a un pura sangre. Y créeme; no he vuelto a ver a ninguno desde aquella madrugada en el rancho. ¡Y no conozco a ninguno de ellos excepto a la que me mordió!
   -...
   -Jefe...
   -...
   -¿Jefe? ¿qué hacemos?
   -¡Aaargg! ¡Mierda! ¡Mi gozo en un pozo querido Minka! No sólo me tiro cuatro asquerosos años buscando a este chupasangres desde que supe de él perdiendo gran parte de mi fortuna, sino que cuándo lo hago, me doy de bruces contra un muro de mierda descubriendo que todo es verdad. Sí, joder... el poder es real... pero no está al alcance de mis manos... ¡No está al alcance de mis puñeteras y poderosas manos!
   -Señor Kozlov; disculpe, ¿cree que dice la verdad? Podríamos... podríamos taladrarle los sesos hasta que...
   -Joder Minka, le has roto las piernas, le has desencajado los hombros del sitio, hemos metido sus manos descarnadas dentro de sosa cáustica y le he abierto un agujero del tamaño de un obús en su pecho. ¿No piensas que ya ha cantado suficiente? Es hora de acabar con esto... Moriré de cáncer en unos meses, no debo entretenerme más con este paleto. Por mi patria... joder... me pudriré en la tumba mientras que mi mujer se folla a ese puto chaval encima de mi yate, despilfarrando mi capital por toda Europa. ¿Oyes? ¡Mi capital! ¡Mis millones! ¡Mis putas! ¡Mi droga! Por mi santa madre... todo mi imperio.
   -Señor... yo...
   -Llama a los americanos, tienes razón Minka. Tenemos ese as en la manga todavía. Que este capullo eterno escuche como matan a esa nenita de pelo largo.
   -Sí jefe.
   -...
   -¿No dices nada cerdo paleto?
   -...
   -¿Te ríes de mí? ¿acaso te ha comido la lengua el gato?
   -Señor Kozlov, creo que al maricón este le importa una mierda esa tía.
   -No sé... A ver paleto; voy a ordenar que maten a tu putita preferida... ¿vas a soportar esa mierda antes de que te prenda fuego? ¿serás capaz de soportarlo?
   -Haz lo que desees, capullo. Inténtalo.
   -Jefe, le da lo mismo. Iré a por el teléfono.
   -Eso. Acabemos de una vez con todo esto. No me hace falta esta perra americana chupasangre para dar con esa mujer pura raza. Ordena que maten a esa puta y luego rocía de gasolina el inmueble. Os espero en el coche, muchachos. Prender fuego a todo esto. ¡Nos vamos en diez minutos!
   -Bien señor.
   -Aguarda cerdo.
   -¿...?
   -Aguarda un poco.
   -Vaya... el monstruo acaba de recapacitar. ¿Qué deseas capullo? ¿Vas a decirme todo lo que sabes?
   -Creo... creo que se me olvidó algo.
   -Vaya, vaya, vaya... Di.
   -Se me pasó contarte una cosa. Es sobre... es sobre la joven que violaron en aquel parking de mala muerte. Estaba.. yo estaba solo. Me sentía abandonado en una vida de mierda. Entonces... me enamoré de ella al verla entrar en el bar de Charlie.
   -¿Pero qué cojones estás diciendo, maldito vampiro?
   -Comenzamos una relación. Me ayudó al igual que lo hizo Audrey años antes. Ella... ella consiguió retener al monstruo dentro de mí. Me proporcionó sangre envasada, sangre de hospital, trasplantes joder. Ella se volcó en mi ayuda. Se lo conté. Confié y confió. Supo la verdad sobre mí. Yo dediqué el tiempo a librar mi propia batalla con los indeseables del país, y ella... ella era mi cómplice.
 
   -¿Estás loco? ¿Qué quieres decir con esto paleto?
   -No podía dejar que envejeciera a mi lado... no podía dejar que... muriera. La amaba. La quería más que a nada en el mundo.
   -¿Qué...? ¿De qué mariconadas estás hablando?
   -Entonces... je, je, je... entonces decidí convertirla.
   -...
   -...
   -...
   -¿Qué...? ¿convertirla? ¿Pero qué cojo...?
   -Jefe, este capullo ha estado jugando con nosotros.
   -¡Ya lo sé inútil! ¿acaso crees que no lo sabía?
   -Mirad capullos; la mordí. La convertí. Le entregué el poder. Se transformó. Era una chica preciosa... Dalena se llamaba y Dalena se llama hoy en día. Tiene veinte años. Quizá alguno más... pero lleva en esta vida más de sesenta años con la apariencia sexy de una joven muchacha de cabello negro. Joder idiotas; vuestros amigos de Estados Unidos retienen a un vampiro... je. Intentan retener a un ser que es capaz de matar de un puñetazo a un jodido elefante.
   -¡Minka, Konrad! ¡llamar a Nueva York! ¡Preguntar por la zorra!
   -¡Sí señor!
   … … …
   -Señor...
   -¿Qué diablos ocurre?
   -Es para usted, dicen... dicen que se ponga. Tome. 
   -¿Qué...? ¿Sí? ¿Quién diablos...?
   -Buenas noches hijo de puta.
   -¿Quién co...?
   -¿Acaso no reconoce a una dama por teléfono maldito polaco? Soy Dalena, aquella a la que mandó secuestrar. Lamento informarle que sus pequeños y traviesos hombrecillos están a cientos de pies por debajo mía. Siento decirle que a esos cuatro maricas los tiré por la terraza del hotel. Claro... no sin antes sacarle los ojos a todos ellos, uno por uno, y cortar sus pollas en pedacitos para alimentarme de su sangre. Es una pena, había dos que eran tremendamente guapos... chillaban como unas nenazas cuando los solté. En fin, que se le va a hacer. ¡Ah! diga a mi marido que se dé prisa, por favor. Le aguardo en la cama muy caliente al otro lado del océano.
   -¿Prisa...? ¡Joder! ¡Maldita capulla! ¡Malditos capullos!
   -¡Jefe! ¿Qué ocurre? ¿era ella? ¿era la chica, verdad?
   -¡Maldito seas Ugen!
   -Lo siento cerdo, te mentí. Veras... se me pasó contar ese detalle. Os voy a dar un minuto; uno solo. Lo justo. Es lo que tardaré en quitarme estas jodidas cuerdas y la cinta que me aprisiona en la puñetera silla. Después, como sé que no os habrá dado tiempo a salir del edificio, iré a por vosotros en un paso tranquilo, sosegado. Os cogeré. A ese capullo de la ventana le arrancaré de cuajo el puto cabezón que tiene. A ese marica, a
tu chupapollas llamado Minka, le quitaré las piernas y los brazos y le colgaré del pito en la lámpara del soportal. Haré que de vueltas en las aspas del ventilador que posee el alumbrado. Joder... quedará de lujo como adorno. En cuanto a ti mamonazo... en cuanto a ti respecta; te cortaré ese pequeño gusano que tienes por minga y dejaré que te desangres. Después... je... después iré en busca de tu mujer y le llevaré metida en un cofre de regalo tu polla. Le diré: Oh, lo siento señora, pensé que le gustaría tenerla como recuerdo. Su marido... el pobre... murió en la perrera municipal. No sé como acabó allí pero... buffff... no quedó mucho de su cuerpo en el momento que le sacaron del recinto. Tendrían hambre los pobres animalitos...
 
   -Hijo... Hijo de puta. Maldito seas monstruo.
   -Bien señor Kozlov, la cuenta atrás ha comenzado; ¿vais a huir de una maldita vez o ceno esta noche a resguardo de la nieve?
 
Fin.

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