miércoles, 5 de diciembre de 2012

Dentro de poco, se sirve la cena

DENTRO DE POCO, SE SIRVE LA CENA
Macabea

 
47, 48, 49
No puede ser. No me puede estar pasando esto. Seguro que me he quedado dormido y no es más que una horrible pesadilla.
53, 54, 55
Me falta el aire. ¡Dios!, este baño es demasiado pequeño. ¡Qué calor! ¡y qué peste!. Esto es asqueroso.
80, 89, 90
− ¡Cállate ya! ¡No existes! ¡Desaparece!
Por mucho que me tape los oídos, sigo escuchándole. ¡Para! ¡Para! ¡Para!. No existes. Esto no está pasando.
Es un sueño. Me he dormido en el autobús al salir del restaurante. Seguro.
Puf, no recuerdo haber salido del restaurante. ¿Y si me ha dado una embolia o algo y estoy en un mundo paralelo? Lo mismo estoy muerto…
123, 124, 125
Hace unas horas estaba tomándome un café. De pronto, se oyó una algarabía en la calle. Desde mi sitio se podía ver, a través de una gran cristalera, la puerta de la entrada. El chico que me recibió al llegar al restaurante se asomaba a ella. A los pocos minutos, se metió precipitadamente dentro, con la cara desencajada. Como un autómata esquizofrénico, cogió el perchero, la pequeña mesita del recibidor, el sillón Luis XVI y lo fue apilando todo en la puerta. El metre  intentó detenerle y solo obtuvo varios empellones e insultos. Empezaron a oírse choques de coche, pitidos, gritos… a estas alturas, la mitad de los clientes estábamos pegados a las cristaleras sin dar crédito a lo que veían nuestros ojos.
Este ruido es insoportable: rítmico, demasiado claro en medio del resto del silencio…
165, 166, 167
En la calle, un autobús de la EMT se había empotrado contra el escaparate de la tienda de enfrente. El coche que venía detrás no pudo frenar a tiempo y se estampó contra él, dejando aplastado a su único ocupante. Detrás de este accidente había otros tantos. Una anciana había sido atropellada en la acera y solo se veía de ella unos hinchados pies y las pantorrillas por debajo del maletero de una furgoneta; una mujer pedía auxilio por la ventanilla de su coche, aprisionada por el airbag, viendo cómo el fuego se le acercaba cada vez más desde la parte trasera; un hombre sentado en el suelo, apoyado contra una farola, lloraba desesperado mientras sujetaba a su mujer cubierta de sangre y gritaba “Sin ella no”,…
Y mientras, desde la quietud y el silencio del restaurante, diez pares de ojos mirábamos de un lado a otro, soltando suspiros de horror, buscando la causa del caos.
212, 213, 214
En la calle se había retorcido tanto la realidad que aquello no podía estar sucediendo.
De pronto, un ser chocó contra el cristal.
220, 221, 222
Su cara se apretujó contra nuestro escudo cristalino. Lo chupó. Lo lamió. Dejó una densa saliva, y se quedó mirándonos, deseándonos. Tras él vinieron otros muchos. En pocos minutos, la cristalera se había vuelto opaca de tantos cuerpos pegados a ella. Por supuesto, para entonces, estábamos en la punta opuesta del restaurante.
250, 251, 252
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!… ¡maldita sea!
− ¡CABRÓN! ¡Déjame en paz! ¡Vete!
Le chillo, le insulto. Golpeo la puerta con el puño más fuerte que él. No siento el dolor, solo la rabia y la ira que me invaden poco a poco.
278, 279, 280

− ¡HIJO DE PUTA! ¡Vete a la mierda! ¡Lárgate!
360, 361, 362
Han pasado ya varias horas.
− Hablemos. Esto no tiene sentido ni para ti, ni para mí. Mira, vete a la calle. Allí tienes más opciones. Yo solo soy uno. Llevo el abrigo puesto. Vas a comer más plumas que na.
372, 373, 374
Algunos nos subimos en las mesas del restaurante para ver por encima de la muralla de cuerpos que forraba la parte de fuera de la cristalera. Las piernas de la anciana ya no se veían. En su lugar, había un reguero de sangre que salía de debajo de la furgoneta dibujando un camino que serpenteaba durante un par de metros. Terminaba en tres seres acomodados en el suelo, algo encorvados. Parecía que estaban comiendo… ¿comiendo? Me pregunté. ¿Comiendo qué? Uno se giró y… allí estaban los zapatitos de la anciana. Mugrientos, sucios por la sangre, entre… ¿trozos de carne y huesos?
Las arcadas llenaron mi cuerpo de espasmos. Como pude, me bajé de la mesa y salí disparado hacia el cuarto de baño.
Vomité durante lo que me parecieron horas. Se me aflojaron las piernas y el esfínter. Caí al suelo agarrado a la taza del water.
388, 389, 390
− Venga hombre, si yo no te voy a gustar. Mira, me dejas salir de aquí y te llevo a un supermercado que hay cerca y donde seguro que encuentras algo que te gustará mucho más que yo.
407, 408, 409
Estaba irónicamente recreándome en mis sudores fríos y en lo que había visto, cuando oí que la puerta del servicio se abría. Giré la cabeza y, entonces, fue cuando vi al ser. Una sobredosis de adrenalina me ayudó a cerrar la puerta del retrete.
Aquí estoy. Ahí fuera está él. Golpeando la puerta desde hace horas.
423, 424, 425
No puedo más con esto. No tengo ganas de seguir.
− ¿Por qué no paras ya? ¡Por favor! ¡Por favor!…   − oigo mi voz suplicando… no es más que un hilillo.
Las lágrimas comienzan a caer por mi cara. Despacio, lenta y silenciosamente. Es culpa mía. Tenía que haber ido a clase. Pero no, tenía que mentir a mis padres, tenía que mentirme a mí mismo, dándome absurdas esperanzas. Tomarme un café, dejar pasar diez o quince minutos y salir a la calle a coger el autobús. Ella siempre coge el de las cuatro. Perdería una clase, pero quizás coincidiera con ella. Quizás nos sentaríamos juntos, quizás la invitara al cine, quizás me dijera que sí,… ¡qué mierda! ¡Pero si en lo que llevamos de año hemos coincidido solo dos veces! No sabe ni que existo. ¡Maldita esperanza! ¡Qué sin sentido! Y ahora, estoy aquí, encerrado, con este soniquete. Sin poder salir. Con las mangas llenas de vómito, mocos y lágrimas y los pantalones a rebosar de mierda…
577, 578, 579
¡No para! ¡No parece cansarse! ¿Cuántos golpes soportará?
Estoy cansado, muy cansado. Es el final. Mejor acabar cuanto antes. Se me han acabado las lágrimas.
Ya no tengo miedo.
Todo tiene un final. Una vez leí que la muerte es solo un cambio de estado. Los cambios siempre me han dado miedo. Pero, esta vez, es la única salida. Quizás vuelva por aquí, en otro tiempo, en otro estado, en otra vida. Quizás me vuelva a encontrar con ella y, esta vez sí, esta vez la llevaré al cine y cenaremos en un restaurante con unas copas de vino blanco.
713, 714, 715
Contaré hasta tres y abriré la puerta.
   − Prepárate precioso. Dentro de poco, se sirve la cena.
718    
   − Uno
719
   − Dos
720
   − Tres

1 comentario:

  1. WOW! me ha encantado! la sensación de angustia es acojonante! enhorabuena ;)

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